Sin Vergüenza
Mira como la gente se sienta cada una en su mesa
casi sin pensar. Se miran como idiotas, algunos pensando en la culpa, otros en
la vergüenza, y otros… simplemente no piensan. Ellos, esperando que la noche
les regale una sonrisa de mañana, llenos de fotos nocturnas imaginan un
desayuno a solas o acompañados, ¡que sarta de estupideces¡ ¿supongo que estamos
de acuerdo?, ¿o no? Te apuesto una pinta a que estás pensando en él. Tan
tranquila por fuera con todos (menos conmigo) comiendo chocolates y tomando
cerveza.
-
Pero si tú me los diste, además, este
es el tercero que te comes, estamos en un bar y llevas tres litros de cerveza y
medio kilo de eso…
-
No te alejes del tema, ¿Estabas
pensando en él?
-
No
-
No te creo, traga primero.
-
Sucio
-
¿Te acuerdas de ese día? cuando nos pusimos un poco más cariñosos.
-
Si
-
¿Vergüenza?
-
Nada
-
¿Entonces?, para que tantos problemas
por un idiota que no vale la pena, disfruta, mirate, eres la mujer más bella
del lugar y estás pensando en un gnomo cuando las respuestas llegarán en media
hora acompañadas de…
-
Olvídalo
-
¿Cómo olvido algo que nunca pasó?
-
¿Hablamos de la mañana o de ese día?
-
Ambos
-
Mierda.
En el bar, ambos sentados hablándose a mirandas, analizan
a los individuos del local.
-
Por ejemplo, ella se mira las uñas,
pero nunca supiste que lo mandó a la chucha hace media hora.
-
¿Cómo?
-
Es simple, tomó la decisión hace mucho
y ahora está esperando la salida.
Motivado por un descuido y algunas miradas
dirigidas, el individuo sintió el deseo de presumir sus dotes. Y en un
parpadeo, muy ganoso se ve caminando por inercia hacia una dama disponible,
aunque ella lo veía de otra forma:
Desprovisto de calcetines y un zapato, él se mantenía de pie luciendo una
polera manchada de vino, con un cardenal en el cuello y una herida en el codo
-
¡Hola preciosa¡ (con hálito de cóctel
nocturno más carne aliñada con olor a marihuana importada).
-
Lo más difícil de decir es… (ella lo
interrumpe).
-
¿Cómo crees que con esa pinta voy a conversar
contigo?
Sonriendo como si nada malo pasara, él vuelve a su
mesa, con la mirada calmada sin mostrar emoción alguna…
-
¿Vamos?
-
A donde…
-
A mi casa por supuesto
-
¡Acaso no tienes vergüenza¡
-
No
-
Loquillo, ¡Mírate¡, andas como un
cadáver caminando y piensas en seguir hueviando
-
¿Y por qué eso es malo?
-
Mira las cagás de preguntas que andas
haciendo
-
No son cagás, es una forma positiva de
ver las cosas
-
¿Positiva? y… ¿La vergüenza?
-
¿Qué es eso?
-
Acaso no sabes, ¿No la conoces?
-
Te acuerdas de ese día…
-
Y
de nuevo con ese día…
-
Bueno, lo importante, es que después de
ese día decidí no volver a sentir vergüenza (miente)
-
Así, ¿Tan fácil?
-
Si
-
No te creo
-
Es cierto, date cuenta de que la
mayoría de la gente vergonzosa se olvida de disfrutar, se limita a dormir y trabajar, preocupada del que dirán, de lo que piensa el
resto… ¿A quién chucha le importa eso?
-
A mí
-
No debería
-
¿Cómo que no?
-
Eso mismo, no debería, porque todas las
mañanas te miras al espejo pensando en mostrarte como una persona rebosante
para el resto, pero no para ti… masticando tus defectos en silencio esperas que
un pedazo de vidrio pintado diga lo bonita que eres, con todos tus detalles que
son tan lindos, tan tuyos.
-
¿Me amas?
-
No preguntes tonteras
-
¿Me amas? (en un tono regalón)
-
Tu amas a otra persona
-
Entonces, ¿Por qué estás aquí?
-
Nos vemos mañana
Una
falda roja traza el camino del galán borracho. Aquel de juicio nublado que
emite ruidos extraños antes y después de cerrar la puerta, muy parecido a un felino jadeando en agosto.
Al día siguiente se encuentran los mismos amigos
para tomar desayuno en el conocido local que compartían en sus años
universitarios. Aburrido de esperar, él se pone de pie y pide algo…
-
Dos cervezas por favor
-
¿Dos vasos?
-
¿Cómo que dos vasos?, dos litros
Bordeando las nueve de la mañana, él mira con
nostalgia los vasos fríos en la mesa, entretanto, ella guarda su botella de
leche y exhibe un variado menú de alimentos no refrigerados (dos papas fritas y
medio chocolate mordido).
-
¿Qué pasó con eso de la vergüenza?
-
O sea, debo exigir un buen desayuno …
-
(ella da un sorbo y lo mira) ¿Cómo te fue?, ¿Quieres?
-
(toma el chocolate y le da una
mascada) La verdad es que estaba
pensando en ti cuando el acto se volvía más candente, no sé, fue como un sueño
vívido.
-
Solo en tus sueños
-
Porque tú lo quieres así, metida en esa
mierda del amor y la vida en pareja, que no es vida, porque en tu caso no es en
pareja, más se parece a la soledad de una paloma que recoge las migajas que le
dan, pero la paloma es capaz de darse cuenta que el pan se acabó… tu no.
-
Te excediste (ella toma sus cosas y
camina rumbo a la puerta pensando en seis meses de silencio)
Un minuto después, ambos se encuentran de frente en
la vereda. Él cierra sus ojos porque la luz del sol le da dolor de cabeza. Ella
fuma triste. Con timidez avanzan como idiotas, hasta sentir el calor fermentado
de otras manos en la espalda, mientras un potente olor a cabeza aleja todas las
dudas. Su barba pica, pero la irritación se pierde en un beso que detiene todo
lo demás. Sus labios quieren decir algo lindo, pero no se atreven, miran la
felicidad mientras pasa…
-
¿Quién chucha te dijo que podías
agárrame el poto?
-
Es que no pude evitarlo… estas muy rica
-
Saca tu mano ahora
-
Gracias por no enojarte. Tanto.
-
No quiero, solo necesito saber por qué
te volviste tan desvergonzado, ¡Saca la mano te dije¡
-
si te digo… ¿Prometes guardar el
secreto?
Álvaro Figueroa
Aranda
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