Deseo, Quisiera
y Presentimiento…
Deseo caminaba cinco pasos más adelante que Quisiera, sin
advertirle siquiera, (tal vez queriendo) imaginándole de algún modo…
Iba Deseo aspirando unas gotas de locura para saciar la sed
que provoca el caminar tan rectamente por ahí y sin descanso, con el fin claro
y conciso de no perder el rumbo. Quisiera por su parte, intentaba no pisar las huellas dejadas por su
amiga, pues creía que con este detalle su vida y la de ella ganaban en
horizonte y mirar.
Destino, el profeta, había pedido a las niñas hace unos
días, recoger sensaciones y jugosas reflexiones que encontrasen en el bosque a
fin de utilizarlas para la confección de emulsiones y brebajes varios.
Deseo siempre más intuitiva que cauta, buscaba la huella que
dejan los creadores cuando deambulan por los límites de Conciencia, creando o
simplemente vagando, sin la cautela que merece un acto como este: el de la Oscilomancia … Deseo los imaginaba haciendo: creando… y les
cantaba premuras antes de tomar o percibir alguna sensación, que seguramente algún
distraído creador tirara por ahí, desprevenido o tal vez solamente desprovisto
de la clarividencia de posibilidades infinitas que otorga la asimilación y
utilización del hemisferio oblicuo. El eterno hemisferio, sinapseante
imperecedero; tanto de sephirot como de sephirat… (Más cercano a Tlôn que a la Tierra ).
Deseo desnudaba su mano de la membrana que la recubría
totalmente intentando acariciar alguna huella creadora sin desaparecer en el
acto. Las niñas habían recibido desde sus primeros viajes a Conciencia, la
ordenanza de jamás sacarse el traje ni mucho menos tocar algo con la piel
desnuda. Al hacerlo podrían desaparecer para nunca más estar.
Deseo, fiel a sus intuiciones y su osciloscópio, discernió
que este era el momento. Ya Oráculo le había mencionado el fraccionamiento
crepuscular, las retrospecciones en los espejos y éste: su último contacto con
las puertas hemisféricas que conectan al mundo suyo con el de la raza de los
creadores. Ella se entregó calma y generosa a la suerte.
El hemisferio oblicuo ha tenido milenios entre los creadores,
pero no muchos han sabido o intuido cómo cotidianizarlo. Algunos creadores
previsores, los más poderosos, decidieron trabajar en pos de velar por la
existencia de su mundo tal y como le conocían. Para ello escondieron la
oblicuidad-pasadizo. Quemaron cuanto manuscrito le mencionase o dibujase. Por
último se prohibió estrictamente hablar de su existencia… todas estas medidas
fueron justificadas con el fin de proteger a todos los creadores.
Así, los previsores se convirtieron en “Guardianes de la Moral y la Belleza creadora”.
Instauraron un Canon Legalis en el que se daban a conocer al resto del mundo
cómo y cuándo se podía crear. Después de algunos años ellos se autodenominaron
“El Gran Clero de los Guardianes”. Con el tiempo se convirtieron en una casta
superior. Los rumores del cotidiano deambular de la existencia les otorgó
poderes sobrenaturales que solo eran visibles entre ellos, pues un creador
común y corriente no tiene (según bulas Clericales), la capacidad ni la
inteligencia para poder “verlo”, solo lo reconoce después de promulgada la ley
que hace evidente su hidalga manifestación.
Deseo ya conocía la segmentación en el mundo paralelo de los
Creadores y Clérigos. Trataba con esmero y premura de lograr un nuevo puente o
alguna conexión entre mundos.
Había soñado alguna vez que así como en ese mundo de
creadores que tanto apreciaba ella, su mundo también había sido presa de seres
inescrupulosos y sedientos de poder. También éstos habían decidido manipular el
contacto entre mundos… por eso la creación del traje-tegumento. El problema es
que en su mundo no se sabía con certeza quienes eran los manipuladores.
En esta realidad o estado paralelo al de los creadores, las sensaciones calificaban como tesoros de
máxime valía; las reflexiones eran por su parte, tan valoradas como amadas para
la ingesta y la confección de tegumentos de viaje (algo impensable hasta ahora
por un creador).
Sensaciones y reflexiones eran usadas también para cultivar
cepas de conectores inter-chums, de intertextos vehiculares y de los ya muy
antiguos, casi convertidos en piezas de museos: los ex – renombrados hipervínculos.
A decir verdad, toda su tecnología y ciencia estaban basadas
en estos dos elementos extraídos de la conexión con el llamado “otro mundo”.
Lo curioso de todo era que solo los niños podían percibir y
cosechar estos primos elementums. Deseo
increpó alguna vez a Destino (el profeta) por semejante curiosidad: –Si finalmente
son los grandes los que las ocupan para fabricar tecnología, ¡no nosotros!-le
dijo con cierta excesiva soltura. Destino le profetizó calma y cautela para sus
cavilaciones, pues de lo contrario La
Nada se la llevaría antes de tiempo. La niña, tan intuitiva
como joven, decidió encausar su centro al discurrimiento de la periferia, para
observar y no sentirse presionada…
En el otro mundo, el de los creadores, pasaban
desapercibidos los momentos de oscilomancia. Para los creadores era solo un
momento más del proceso elaborativo, sin merecer nombre alguno ni definición en
los manuales ortodoxos, pues los clérigos habían dictaminado su poco y a veces
nefasto valor medular; pues las creaciones sin sensaciones ni reflexiones son
igualmente creaciones, y funcionan óptimamente cuando se las interrelaciona con
otras idénticas.
La niña Deseo con su mano desnuda, tocó una huella creadora.
Sintió que alguien también tocaba un algo inexpresable suyo justo en ese
momento. En alguna parte de su oblicuidad creyó sentir la presencia de algún
creador. Sus fluidos recorrieron sus
sistemas a tiempos exorbitantes. Todo en ella convulsionó y su traje ya no era
una membrana coloidal sino un tieso y grueso atavío helado. Creyó estar en sus
últimos instantes, pues sus interconexiones fluyeron a todos lados y la
periferia dejó de ser afuera. Sintió que su mundo y el de los creadores eran
uno solo: Todos sus canales fueron uno en esencia y permanencia.
Ella dejó de ser pequeña; el frío de la metálica vestidura
la volvió a contraer una vez más y casi al instante nuevamente crece y se eleva
exuberante de saberes y percepciones. Sin quererlo ella, su movimiento y
transmutación rompen con todo posible orden.
Desnuda completamente, grande y feliz. Sintiendo absolutamente
todo en potencia dirige su mirada a la
Luna.
Quisiera pasaba los días acariciando rincones con gotitas de
anhelos. De vez en cuando partía tras Destino por una galleta de herbolaria y
uno de esos locos cuentos ancestrales de cuando los creadores sabían de la
existencia del mundo de los cognomances. Quisiera suspiraba cada palabra del
viejo. Creía que le podía servir de alimento para crecer y ser grande (para
conocer a los creadores, pues solo los grandes pueden verlos).
Desde siempre, Quisiera gustaba de los creadores melancólicos,
y les reconocía solo por el color de sus reflexiones. Antes de llegar a
Conciencia, Quisiera ya presentía esos colores jamás vistos por ella. Decía que
estos colores eran más aspirados… más suspirados que los de otros creadores.
Nadie, ni un solo niño podría percibir esa diferencia más que Quisiera. Esto la
hacía única… Destino la prefería por ello.
Esa tarde, la niña preferida por el viejo profeta, decidió
salir escondida y sigilosamente tras su amiga para en algún momento en el
bosque, sorprenderla y reír juntas… Ocupada en no situar su pié por donde había
pisado Deseo, caminó casi todo el sendero mirando hacia abajo, por lo que su
cosecha de sensaciones y reflexiones no fue muy numerosa… Además había dejado
su aparato medidor de oscilaciones en casa, mal podría entonces encontrar
huellas de creadores. Las únicas y pocas que llevaba eran de esas reflexiones
especiales, las que ella ansiaba…
Al llegar a la orilla del lago, vio una luz que se elevaba y
extendía por casi todas partes. Quisiera enfocó mejor y descubrió que era su
amiga quien emitía tanta luz. Pensó en volverse a buscar a Destino, quiso
moverse pero un anhelo se le atravesó en la garganta y se quedó paralizada.
Deseo se retrajo una vez más para posteriormente expandirse
completamente. Llena de placer y felicidad, adulta ya y desnuda como siempre
ansió deambular por doquier, vuélvese hacia su amiguita aún pequeña y con la
mirada le cuenta todo lo que ha vivido.
Quisiera asustada no entiende misivas oculares y saca de su
bolsillo un espejo para mostrarle a su amiga el error que ha cometido. Deseo al
mismo tiempo piensa en un arquetipo y éste aparece en forma de espejo en sus
desnudas manos. Quiere demostrarle a Quisiera que su cara y su cuerpo no
reflejan precisamente lo que ella ansiaba tanto y que hoy es parte suyo: ¡la felicidad de la desnudez!
La luna hizo un reflejo en forma de un signo ilegible para
muchos. Destino entendió que el presagio de Oráculo se había consumado y partió
lo más rápido que pudo por el sendero internándose en el bosque.
El reflejo se demoró unos instantes en llegar al lago. El
signo de luz lunar reflejó en el espejo
arquetípico de Deseo y luego siguió camino rumbo al de Quisiera.
Simultáneamente al tocar éste, se abrieron dos ases de luz que viajaron uno a
la luna y el otro al espejo que a duras penas lograba sostener Destino muy
cansado por el esfuerzo de llegar a tiempo.
Quisiera vio cómo aparecían palabras asombrosas en las
piedras. Destino logró recibir la luz y comenzó a ver signos ancestrales que comenzaron
a solidificarse, materializarse en diversas columnas volátiles; cada una parecía
una palabra completa: un concepto totalizador. Todos los signos llevaban un
color rojizo de brillos metalizados, todas pendiendo de la nada parecían
contrastar con el oscuro del bosque, los destellos lunares en el lago y las
flores opacas de luz nocturna. Semejantes a colgantes de balcón, las figuras
pendulaban con el viento y los ases lumínicos les atravesaban reverberando
pulsiones sin títulos ni disfraces. Pendiendo de la nada, formando algo así
como palabras o gestos hechos signos, jamás pronunciadas (al menos no en estas
dimensiones) cuajan en los labios de Destino, Quisiera y Deseo. Al unísono logran
entenderlas y cantarlas…un halo de felicidad extasiante recubre el paisaje. Todo
se nubla en una cosa parecida a un torbellino dorado.
En el mundo de los creadores hubo destellos en los cielos de
colores rojizos y tenues brillos dorados y un calor agradable se sintió en
todas partes. Los creadores profesaron
deseos de hacer y concretar. Pintaron
los edificios y calles. Del gris pulcro pasaron al arcoiris poético. En
las calles se reconocían como amantes de la belleza y sensibles creadores,
todos convocados a la magna ópera totalizadora de la felicidad. Escenas de
abrazos con llantos de alegrías, intercambios de presentes artesanales y
artísticos, cantos grupales y cuanta manifestación de alegría y arte apreciábase
por todos los rincones del mundo.
La gran Casta de los Guardianes por el contrario, los únicos
en no celebrar, solo desearon desvestirse y correr por la hierba fresca
gritando necedades y palabras ininteligibles. Presos los clérigos de una locura
desataviante, algunos creadores sintieron
amor por ellos y en parte algo de compasión. Una necesidad oblicua les instó a
crear un obsequio magnánimo. Entonces erigiéronles un gran monumento en forma
del gran arcano Cero, en honor y respeto a su loca liberación.
Los cognomances grandes entendieron todos que había llegado
el momento de la fusión y cedieron sus cuerpos al todo. Los niños que jamás
habían escuchado de tal evento, solo unieron sus sinápsis a las de su maestro:
el viejo Destino.
Se vio entonces en los cielos muchas líneas hechas de
conectores infantiles. La trama era perfecta y bella; parecía una pintura
simbolista. En el lago, Destino subía flotando a juntarse con Deseo.
Reflejáronse el uno en el otro. Por unos instantes todo fue calma, casi
inmobilidad. Destino desarmó su tegumentoso traje al recibir los lazos
sinapceantes de sus alumnos. La vacuidad de sus saberes fueron llenadas por
Deseo. El viejo rejuveneció y sus carnes explotaron al impacto del calor de
Deseo.
Deseo alzó su mano justo a la altura del pecho de Destino,
una luz de felicidad inundó a Destino expandiéndolo hasta lo impensable. Sus
presagios quedaron repartidos por casi todo el cielo. La explosión duró solo un
instante. La luz se retrajo y Destino ya no era él sino ella y él al mismo
tiempo. Andrógina, casi más hembra que macho, cambió su nombre por Presentimiento
y dejó los votos de profeta para caminar libre hacia el sendero de los Arquetipos.
Quisiera lentamente añoró convertirse en el maestro
ascendido, pero al escaparse sus pretensiones por los canales abiertos
sinapseantes, comenzó a crecer y sintió que el placer de Deseo era delicioso.
Se dejó elevar por ella, suave y lentamente hasta estar frente a frente. Ambas
reflejáronse y Quisiera se descubrió masculino. Quitóse sus atavíos y nuevamente
creció. Decidió llamarse Intelecto.
Deseo e Intelecto se fundieron en un gran abrazo del que
originaron miles y miles de niños cognomances, todos desnudos y felices jugaron
en el lago por unos instantes de eternidad. Luego recibieron vestimentas
livianas del padre, y la madre les dio caricias y bríos para el inicio del propio andar. Ambos
padres encausaron el rumbo de sus hijos hacia las fronteras oblicuas.
Deseo profundamente orgasmizada, resalta sus atributos para
convertirse en un destello y atravesar. Pretende dignificar la oscilomancia en
el mundo de los creadores y convertirse en la diosa de la creación.
La oblicuidad se dejó caer entre los creadores como fugaces
interconexiones mentales, colectivas y personales. Las circunstancias y los
acontecimientos comenzaron a encajar y coincidir. Los mapeos metales,
espirituales y hasta los sociales también encajaron y coincidieron. Uno de los
creadores, que desde hace un tiempo deambulaba por el hemisferio oblicuo, intuyó que el nombre sería Sincronía; así se
le llamaría desde ese momento a la activación del puente hacia Conciencia.
Otro creador intuyó en diseño y en colores. Recordó
manifiestos ancestrales hechos pictogramas arquetípicos, los re-dibujó y muchos
estudiaron de él. Algunos intuyeron el nombre y el número de cada una de las 78
piezas.
(Todos los días la Diosa osilomante desea
nuestras creaciones y brinda placer y
expansión al que crea. Intelecto el
cognomance, sigue cauto esperando el momento en que le necesitemos. Siempre
estará allí.)
Nelly Barbagelata.
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